martes, 6 de agosto de 2013

FÁBRICA DE CARNE...¡QUIÉN DIJO MIEDO!



La revolucionaria hamburguesa obtenida en la Universidad de Maastricht a partir de células madre de vaca ha sido una de las noticias del verano; al menos, ese tipo de noticia que nos permite relajarnos y entrar en debates mucho más amigables y novedosos. Dejamos al lado la exasperante política nacional y regional y sus cotos de bestias pardas, así como otros asuntos internacionales que nos tienen hastiados todo el año.

Aunque esta semana ha saltado a los medios, debido a su cuidada puesta en escena, ya hace años recibíamos noticias esporádicas de los avances que se iban produciendo en este campo. Hace poco más de dos años ya se anunció que se habían obtenido los primeros resultados, pero la textura la hacía incomible y por tanto, era pronto para un gran lanzamiento mediático. Ahora la notica lo es por lo novedoso, por su precio, por averiguar si sabe o no como la hamburguesa tradicional, etc. En primer lugar hay que destacar que debemos estar lejos de obtener piezas de carne al uso, porque si no, en vez de haber probado carne picada, se habría catado un solomillo o un filete como Dios manda. El precio de 250.000 euros que cuesta el bocado es anecdótico, ya que solo se ha consumido una, por lo que ella sola ha soportado todo el coste de la investigación.

Pero el debate de verdad se va a abrir a partir de ahora. Hasta el momento, las fechas veraniegas y un cierto desconcierto han mantenido muchas voces calladas. No está lejos el momento en que se puedan obtener piezas completas de carne a precios competitivos y, además, con propiedades funcionales. Seguro que va a haber protestas y van a aparecer innumerables detractores, como suele pasar con buena parte de los avances científicos alimentarios; y es más que probable que vengan de todas direcciones. Los puristas del comer y del mal llamado naturalismo alimentario van a ver un modelo muy tecnológico y, por tanto, alejado de la producción de carne que ellos idealizan, al aire libre, con pastos naturales y otro tipo de imposibles económicos. Los ganaderos van a considerar amenazado su mercado, y pensarán que si se desarrolla este nuevo sistema productivo, la necesidad de las explotaciones ganaderas se va ver reducida. En cadena, un análisis similar podría ser hecho por los fabricantes de piensos y los propios agricultores de cereales y proteaginosas. Pero los que se van a ver más comprometidos y van a tener que hilar fino para posicionarse son los ambientalistas. Por un lado, la producción de carne en laboratorio, necesita mucho menos consumo de recursos naturales, al margen de que la hipotética reducción de ganaderías en extensivo sea también un importante daño para el medio. A bote pronto, deberían defenderla. Pero por otro lado, estos grupos son mayoritariamente contrarios a todo lo que implique alta tecnología alimentaria, especialmente la que trabaja con el desarrollo celular, entre otros motivos, por el papel que podrían jugar las multinacionales; un asunto que, para muchas de ellas, es más estratégico que el propio medioambiente.

Nadie se debiera poner nervioso. Este tipo de alimentación tecnológica es una alternativa complementaria, que no eliminará la alimentación tradicional, entre otros motivos, porque la especie humana no solo busca solo cubrir sus necesidades de nutrientes, sino que, a partir de determinados niveles de desarrollo, gusta disfrutar de la gastronomía. Además, no sería un escenario inimaginable, el que en los países desarrollados siguiéramos con modelos actuales de alimentación, mientras que en países con déficits alimentarios y nutricionales, este tipo de alimentos pudieran ser parte de la solución. Escuchaba no hace mucho a un científico que planteaba como viable y no socialmente injusto, que los modelos alimentarios de países no desarrollados fueran en otra dirección. Por ejemplo, ponía en cuestión la necesidad de tres comidas diarias y la necesidad de tanta diversidad. Esta podría ser otra diferencia.

Al final, los modelos productivos son y deben ser compatibles, ya que las realidades socioeconómicas, medioambientales y políticas de unos países y otros son muy diferentes.  La agricultura ecológica debe convivir con la intensiva, con la transgénica, la ganadería intensiva con la extensiva y ecológica, la comida precocinada con la comida casera y la posible carne fabricada, con todo el resto, siempre que se garantice la seguridad alimentaria.

La cuestión es que ya tenemos la hamburguesa, en breve el solomillo, y pieza a pieza quizás podamos tener el puzle completo. Y ese debate, sí se sale de lo estival.