jueves, 13 de marzo de 2014

domingo, 16 de febrero de 2014

VEJIGAS LLENAS


El llamado déficit de tarifa, además de los aumentos de costes al consumo, supone un importante recorte de ingresos para muchos sectores. Es el caso de las plantas de cogeneración para tratamiento de purines en el sector porcino, con pérdidas retributivas en torno al 40%.

En la actualidad hay en España 29 plantas, algunas de las cuales han cesado su actividad y otras lo harán dentro de poco. Por el momento se entiende como una medida de presión ante el gobierno, pero simula de manera bastante precisa lo que pasará si sigue adelante este proyecto tal como se ha planificado. De acuerdo con los datos de la industria, supondrá unas pérdidas de 4.200 empleos.

Desde el punto de vista ganadero, la proporción del sector del porcino amenazado por este planteamiento no es mayoritario, y quizás sea este el único dato que ha considerado el Ministerio de Industria para valorar su impacto. En estas industrias se tratan 2,5 millones de toneladas de purines, frente a los 50 millones de toneladas producidos por toda la ganadería porcina española. Un 5% que, a pesar de no parecer mucho en términos relativos, lo es en valor absoluto, ya que se trata de una pequeña parte de un gran sector, muy importante para nuestra balanza de pagos. El porcino español es el cuarto productor mundial y el segundo europeo, solo superado por Alemania.

Las actuales plantas de cogeneración para el secado de purines se desarrollaron al amparo de una estrategia pública, con el objetivo de eliminar estos residuos en aquellas zonas donde la normativa de nitratos no permitía su uso como fertilizante. Las inversiones que han realizado tanto industriales como ganaderos, se han basado en un escenario a largo plazo que no se puede romper de forma brusca; entre otros motivos, porque en el momento actual no existen alternativas tecnológicas viables y autorizadas.

Hay algunas realidades que son difíciles de cuestionar. Por un lado, el balance energético y económico de estas plantas, es muy negativo. Por ejemplo, si se repercutiera el coste de secado al precio final de la carne, éste se duplicaría. Por otro lado, al retribuir a estas plantas de cogeneración, se produce una discriminación con respecto a plantas similares en otros sectores, no remuneradas.

El problema fundamental no radica en que el sistema deba ser corregido, sino en que se aplique de una forma radical, sin establecer periodos transitorios negociados que permitan adaptarse tanto a la industria como al sector productor. De hecho, la propuesta actual es su entrada en vigor con efecto retroactivo desde julio de 2013.

Ante esto, la única solución con la que debe contar el Ministerio de Industria, profundo conocedor de nuestro agro, es la prohibición a más de un millón de cerdos, de vaciar sus vejigas.

 

 

domingo, 12 de enero de 2014

DIATRIBAS DEL IBÉRICO


La aprobación de la nueva Norma de Calidad del Ibérico va a suponer un cambio sustancial para los consumidores, no exento de confusión.

En este sector han convivido, no siempre de buenas maneras, el ibérico de cebo y el de dehesa, éste a su vez dividido en diferentes categorías, con frecuencia mal diferenciadas. Todo ello ha dado lugar a la picaresca y al fraude, afortunadamente no generalizado. Tampoco hay que olvidar que parte del engaño se ha producido por la incapacidad del propio sector para hacer llegar al consumidor de una forma clara, lo que representa un ibérico y sus diferentes categorías o sistemas de explotación. La administración pública, preocupada por dejar a todos contentos, ha sido incapaz de establecer un marco regulatorio que lo facilite. Esta nueva norma de calidad va a ser un paso más y más racional, para conseguir este sencillo y real  objetivo quimérico, valga el oxímoron.

Ahora, por ejemplo, se van a tomar medidas que evitan que un ibérico de cebo esté etiquetado con imágenes de cerdos en dehesa, lo que claramente ha inducido al consumidor a comprar algo que no es lo que busca. Hasta ahora no era fraude, pero sí picaresca con intención clara de engañar al consumidor.

Históricamente se ha acuñado una inexactitud, que es denominar ibérico al cruce de la raza ibérica con la Duroc, de capa blanca. No es fraude, no es picaresca, ni ha habido intento de engañar al consumidor, aunque es cierto que habría sido más correcto discriminar ambos productos desde el principio.

Ahora el ibérico puro se va a diferenciar con una etiqueta negra. El problema es que los consumidores pueden pensar que lo que hasta ahora han comprado como un producto de máxima calidad es ibérico puro, mientras que los de etiqueta roja, los de cruce, son de calidad inferior. Esto no es cierto. El modelo de explotación en dehesa y con bellota es el mismo tanto en ibérico puro como de cruce, y lo que mayoritariamente hemos consumido ha sido este último. En cualquier caso, se trata de una mejor información.