La
revolucionaria hamburguesa obtenida en la Universidad de Maastricht a partir de
células madre de vaca ha sido una de las noticias del verano; al menos, ese
tipo de noticia que nos permite relajarnos y entrar en debates mucho más
amigables y novedosos. Dejamos al lado la exasperante política nacional y regional
y sus cotos de bestias pardas, así como otros asuntos internacionales que nos
tienen hastiados todo el año.
Aunque esta
semana ha saltado a los medios, debido a su cuidada puesta en escena, ya hace
años recibíamos noticias esporádicas de los avances que se iban produciendo en
este campo. Hace poco más de dos años ya se anunció que se habían obtenido los
primeros resultados, pero la textura la hacía incomible y por tanto, era pronto
para un gran lanzamiento mediático. Ahora la notica lo es por lo novedoso, por
su precio, por averiguar si sabe o no como la hamburguesa tradicional, etc. En
primer lugar hay que destacar que debemos estar lejos de obtener piezas de
carne al uso, porque si no, en vez de haber probado carne picada, se habría
catado un solomillo o un filete como Dios manda. El precio de 250.000 euros que
cuesta el bocado es anecdótico, ya que solo se ha consumido una, por lo que
ella sola ha soportado todo el coste de la investigación.
Pero el debate
de verdad se va a abrir a partir de ahora. Hasta el momento, las fechas
veraniegas y un cierto desconcierto han mantenido muchas voces calladas. No
está lejos el momento en que se puedan obtener piezas completas de carne a
precios competitivos y, además, con propiedades funcionales. Seguro que va a
haber protestas y van a aparecer innumerables detractores, como suele pasar con
buena parte de los avances científicos alimentarios; y es más que probable que
vengan de todas direcciones. Los puristas del comer y del mal llamado naturalismo alimentario van a ver un
modelo muy tecnológico y, por tanto, alejado de la producción de carne que
ellos idealizan, al aire libre, con pastos naturales y otro tipo de imposibles
económicos. Los ganaderos van a considerar amenazado su mercado, y pensarán que
si se desarrolla este nuevo sistema productivo, la necesidad de las
explotaciones ganaderas se va ver reducida. En cadena, un análisis similar
podría ser hecho por los fabricantes de piensos y los propios agricultores de
cereales y proteaginosas. Pero los que se van a ver más comprometidos y van a
tener que hilar fino para posicionarse son los ambientalistas. Por un lado, la producción de carne en laboratorio,
necesita mucho menos consumo de recursos naturales, al margen de que la hipotética
reducción de ganaderías en extensivo sea también un importante daño para el
medio. A bote pronto, deberían defenderla. Pero por otro lado, estos grupos son
mayoritariamente contrarios a todo lo que implique alta tecnología alimentaria,
especialmente la que trabaja con el desarrollo celular, entre otros motivos,
por el papel que podrían jugar las multinacionales; un asunto que, para muchas de
ellas, es más estratégico que el propio medioambiente.
Nadie se
debiera poner nervioso. Este tipo de alimentación tecnológica es una
alternativa complementaria, que no eliminará la alimentación tradicional, entre
otros motivos, porque la especie humana no solo busca solo cubrir sus necesidades
de nutrientes, sino que, a partir de determinados niveles de desarrollo, gusta
disfrutar de la gastronomía. Además, no sería un escenario inimaginable, el que
en los países desarrollados siguiéramos con modelos actuales de alimentación,
mientras que en países con déficits alimentarios y nutricionales, este tipo de
alimentos pudieran ser parte de la solución. Escuchaba no hace mucho a un
científico que planteaba como viable y no socialmente injusto, que los modelos
alimentarios de países no desarrollados fueran en otra dirección. Por ejemplo,
ponía en cuestión la necesidad de tres comidas diarias y la necesidad de tanta
diversidad. Esta podría ser otra diferencia.
Al final,
los modelos productivos son y deben ser compatibles, ya que las realidades
socioeconómicas, medioambientales y políticas de unos países y otros son muy
diferentes. La agricultura ecológica
debe convivir con la intensiva, con la transgénica, la ganadería intensiva con
la extensiva y ecológica, la comida precocinada con la comida casera y la posible
carne fabricada, con todo el resto, siempre
que se garantice la seguridad alimentaria.
La
cuestión es que ya tenemos la hamburguesa, en breve el solomillo, y pieza a
pieza quizás podamos tener el puzle completo. Y ese debate, sí se sale de lo estival.
No hay comentarios:
Publicar un comentario