La actualidad agraria de esta semana gira alrededor del consumo. El girasol se ha hecho protagonista no deseado. El Ministerio de Sanidad y Consumo tomó la decisión de anticipar una alerta sanitaria que, según afirmaba y afirma, no supone un riesgo para la salud. Un disparate. Todavía es pronto para valorar el efecto que va a tener en las ventas. Es muy posible que la sangre no llegue al río, menos al precio de venta de la semilla en la campaña entrante. En cualquier caso se trata de un riesgo innecesario, sobre todo si se considera que más de la tercera parte del aceite consumido en España es de girasol.
Contentos se tuvieron que poner los productores de aceite de oliva, porque a .río revuelto ganancia de pescadores. Al revés sucedió hace ya un par de campañas, cuando la escasa producción de oliva generó un importante repunte de precios y una sustitución temporal por aceite de girasol. Pero en este caso fue el mercado quien marcó las reglas y ahora puede serlo un Ministro temerario. Por cierto, un aceite de oliva que acaba de abrir las puertas de la India. Las autoridades de este poblado país han reducido los aranceles al 7,5 por ciento.
El asunto del arroz y el encarecimiento del precio es uno más dentro de esta larga cadena de despropósitos alimentarios. El pasado lunes, en la editorial del ABC, se acusaba a la Política Agraria Comunitaria (PAC) de ser “un vestigio de otra época, la de la sobreproducción”. Valoración que no comparto. Es un vestigio de la escasez alimentaria de la posguerra mundial, de dónde surge, y derivó en una sobreproducción alimentaria, frenada con numerosas reformas. A la PAC se la puede acusar de muchas cosas, con razón. Es cara, intervencionista, blindada; ahora mucho menos. Pero precisamente por ello era una buena herramienta para dar estabilidad a los precios e incentivar la producción. Los mecanismos de intervención y de retirada de producto del mercado, garantizaban un stock de alimentos. Sin duda es una política revisable. Se ha reformado de forma casi total, radical y continua en el último lustro, y lo que te rondaré morena. Pero una cosa es que sea mejorable y otra muy diferente que sea la razón de la escasez y el consiguiente despunte de precios. Más bien lo contrario; es su desmantelamiento uno de los catalizadores de esta crítica situación. Además, los productos europeos tienen un nivel de exigencias sociales, ambientales y de bienestar animal muy por encima que los de otras economías. Ahora tenemos menos alimento. Si el liberalismo mercantil continúa en esta línea, quizá tengamos que incrementarlo a base de pagar más por comer peor. De mal gusto.