domingo, 6 de abril de 2008

ALIMENTOS DEFECTUOSOS


La alimentación es uno de los pilares sobre los que se sostiene la sociedad europea y también el sector primario. En la Unión Europea (UE) la agricultura es cara, entre otros aspectos, porque garantiza unos mínimos de calidad y seguridad alimentaria que deben rozar la excelencia. De esta manera, crisis sanitarias como la de las Vacas Locas o la más reciente Gripe Aviar, se solventan con eficacia y se impiden pandemias que en otras circunstancias, podrían haberse desatado. La pasada semana saltaron dos alertas sanitarias, que no dejan entredicho, pero deterioran la imagen de calidad de los alimentos europeos. Son los casos de la mozzarella de la Campania italiana y la carne picada en Francia. El primero de ellos más llamativo porque toca un producto singular y pone a la defensiva a un gran consumidor como Japón y otros países orientales. Todo ello entrelazado con la siempre mediática crisis de las basuras napolitanas. Bruselas ya ha anunciado que no tomará medidas contra Italia porque considera suficientes las decisiones adoptadas por el gobierno transalpino, que ha procedido a retirar todas las partidas contaminadas. Por su parte, en Francia se vendieron más de dos toneladas de carne picada en mal estado, infectadas con la bacteria E.Coli. Un asunto mucho menos sugerente, ya que no hay diferenciación de producto, pero que pone en duda la eficacia de los sistemas actuales de control.

Responsables italianos han afirmado que su caso no es tan dramático, ya que solo han dado positivo 9 casos de 132 analizados. Es casi un siete por ciento, una proporción que quizás no conlleve dramatismo pero sí supone un muy alto riesgo. En el otro caso, el ministro de agricultura francés ha reconocido que el sistema es imperfecto y que se deben reducir los plazos de análisis.

Dado el contexto actual agroalimentario, el sector agrario debe reafirmar su presencia como generador de alimentos de alta calidad, además de ser preservador y restaurador ambiental. En estos casos la postura de la Comisión de dar por buena la retirada hecha por Italia parece demasiado suave. Es cierto que una disposición más radical habría dañado a muchos productores. Un ejemplo lo tenemos, salvando las diferencias, con los ganaderos españoles y las medidas de control de la Lengua Azul; una crisis veterinaria motivada por un mosquito y no por una posible negligencia profesional o una circunstancia social. Pero también se pueden adoptar medidas estrictas, que muestren la eficacia y garantías del sistema, aunque luego haya que compensar a los damnificados no responsables. Una estrategia cara, pero necesaria, sobre todo cuando hablamos de alimentos y su producción. No obstante, debe quedar claro que el riesgo cero no existe, por muy eficaces que sean los avances tecnológicos o los sistemas de detección, alerta o control. No existe en ningún campo del consumo, tampoco en agroalimentario, bien sea convencional o transgénico.

Donde no se producen crisis similares es en el todopoderoso sector vínico. De acuerdo con el avance de la campaña 2007/2008 realizado por la Comisión Europea, el consumo de vino ha aumentado respecto al periodo anterior. Se supera la barrera de los 30 litros por persona y año. Un incremento del que se aprovechan los vinos de fuera de la UE que siguen ampliando mercado en nuestro territorio. La UE ha aumentado las importaciones en algo más del 12 por ciento, hasta alcanzar los 13,2 millones de hectólitros. Como contraposición, un muy pequeño repunte de las exportaciones que no alcanza el 2 por ciento.

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