lunes, 8 de septiembre de 2008

CHARCOS QUE NO HACEN LAGO


Son muchas las batallas en las que participa el agro español, pero quizás la de la opinión pública, la más importante, se pierde de forma recurrente. Claro que primero hay que lucharla y, ¿se ha batido este cobre? Dos ejemplos bastante recientes los tenemos en la pérdida del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación o, en Madrid, la desaparición de la Dirección General de de Agricultura y Desarrollo Rural. Dos hechos más que terminológicos; sintomáticos y relevantes, que fueron aceptados por la sociedad como algo natural.


Los españoles no asumen algunos aspectos que afectan de forma directa a su modo de vida. Es el caso de la seguridad de los alimentos, la garantía de abastecimiento alimentario, el inmenso territorio rural que gestionan los agricultores y ganaderos o su importante papel de conservadores de todo este espacio. Todo ello debería ser suficiente para conseguir el apoyo de la ciudadanía. Algo que no sucede. El papel que juegan las subvenciones de la Política Agraria Europea ha sido un factor relevante de esta permanente incomprensión. Si queremos seguridad alimentaria, garantías de calidad y de producción, las ayudas deben existir, en determinados casos, sin abusos y bajo control exhaustivo. Son la única forma de competir con otros espacios económicos mucho menos estrictos y, por lo tanto, con menos costes. ¿Qué falla?, ¿por qué algo tan intuitivo no se comprende? Por un lado no se han puesto en marcha estrategias de marketing dirigidas a transmitir a la sociedad estos valores irrenunciables. Algo se ha empezado a hacer, aunque de forma indirecta, al promocionar la calidad de nuestros alimentos; pero son mensajes de consumo que no van más allá.


El sector agrario tiene muchos problemas y da prioridad en el corto plazo a resolver sus cuentas anuales que, al fin y al cabo, condicionan su sustento. Por otro lado es bastante endogámico y, salvo las ya conocidas estrategias de repartir fruta gratis, se hace poco más por sensibilizar a la opinión pública. Lo mismo sucede con las grandes manifestaciones convocadas en las capitales. Pero no es el propio agricultor el responsable de transmitir un mensaje global, aunque si debería ser protagonista e, incluso catalizador. Las organizaciones profesionales agrarias, junto con los representantes de la administración pública deben plantearse un cambio radical en la comunicación que se hace de los asuntos del campo. Pero sobre todo, es el sector agroindustrial quien debería coger esta batuta y convertirse en buque insignia del proceso.


La sociedad es muy sensible a los problemas ambientales. El medioambiente ha ganado la batalla de la comunicación al agro, para algunos, de forma irreversible. Pero, ¿se ha luchado esa batalla?, ¿por qué ya no se puede hacer nada?, ¿no es tan sensible o más la sociedad española, a su alimentación, a su precios, a su calidad y a su seguridad sanitaria? No hay que olvidar que, según los últimos datos de Eurostat, la alimentación es, tras la vivienda, el segundo gasto de las economías europeas, con más del 20 por ciento de los ingresos de cada familia. El sector agroalimentario debe tirar de este carro y ser el sector productor el que vaya a rebufo y complete un modelo de comunicación que llegue a la sociedad. Entonces, si este mensaje cala, el estamento político, como es su deber, deberá dar respuesta a las demandas que se generen.


¿Cuándo se habla en medios no especializados del agro? En la mayoría de los casos, o cuando se producen grandes protestas o bien cuando hay crisis que afectan a todos, como las sanitarias o las de precios. Son muchos los disparates que en esos momentos uno escucha, dichos por grandes comunicadores, que demuestran lo mal que la administración, el sector y sus agentes hacen los deberes. Los comunicadores que apuestan por transmitir las oportunidades y beneficios que aporta el sector primario y alimentario son, somos, charcos que no hacemos lago. Falta una idea clara, una planificación estratégica. Es necesario apostar por comunicación generalista, más allá de los espacios temáticos al uso, diseñados solo para el sector. El sector alimentario es poderoso, hay tiempo y recursos, pero ¿existe voluntad o hay conformismo?

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