martes, 17 de marzo de 2009

LAS ETIQUETAS NO DEJAN VER LOS ALIMENTOS


Las economías avanzadas, como la europea, velan por la trazabilidad de los alimentos y por el derecho del consumidor a saber lo que consume y, por tanto, a elegir. Perfecto. Una política juiciosa que se articula, entre otros mecanismos, a través de un sistema de etiquetado y de diferentes clasificaciones generales, o por tipo de producto. El problema surge cuando son estas medidas las que, en muchos casos, dificultan el logro de sus objetivos, en particular de la capacidad de conocer del consumidor. Con este loable fin se ha promovido la creación de innumerables tipologías de alimentos, por ejemplo, las denominaciones de origen protegidas (DOP), denominaciones de origen calificadas (DOC), identificaciones geográficas protegidas (IGP), especialidades tradicionales garantizadas (ETG). Todo esto sin olvidar los grupos establecidos dentro de cada sector y, por tanto en sus etiquetas. Es el caso de los vinos con IGP, DOP, DOC, Viñedos de España, Vinos de la Tierra, Vinos de Pago. También en el caso del emblemático ibérico, que puede ser de bellota, recebo, cebo de campo, cebo. Pero no solo eso, también se puede diferenciar entre ibérico e ibérico puro, una discriminación que ningún consumidor conoce, ni siquiera la mayoría de los distribuidores y vendedores. Son solo algunas muestras sobre las que se podría escribir mucho y que podrían ser completadas con otros tantos casos en diferentes sectores.

Entre todo este batiburrillo, ahora el Parlamento Europeo ha propuesto el etiquetado de alimentos obtenidos a partir de animales criados con piensos transgénicos. Muy bien, más etiquetas que, en este caso, no discriminan, ya que todos los animales, salvo los criados en ecológico, se alimentan con piensos transgénicos; estos sí, etiquetados como tal. También se estudia poner otra etiqueta que refleje el nivel de cumplimiento de los requisitos de bienestar animal, con diferencias entre los más y menos comprometidos con esta norma. Por supuesto, están los certificados de los Consejos Reguladores de Agricultura Ecológica, o la más que desconocida agricultura integrada, obligatoria en todo el agro europeo a partir de 2014. Todavía me dejo muchos.

Una inmensa mayoría de los lectores no conocerá las diferencias y características de una buena parte de estos ejemplos, lo que en sí mismo muestra la ineficacia en la planificación y gestión de una política de calidad y claridad alimentaria, con objetivos claros y deseables. ¿O será que no hay planificación y se funciona con arreones?

Por ahora, las etiquetas son cada vez más numerosas, más llenas de contenido; tanto, que ya casi no se ven los alimentos. En otros casos es un microetiquetado imposible de leer. ¿Es necesario que el consumidor reciba tanta información?, ¿es necesaria tanta tipología? Sí a la trazabilidad y a la información básica. Para quien quiera saber más, están los lectores digitales y otras aplicaciones de las nuevas tecnologías. Al resto, que nos dejen disfrutar de algo tan agradable como el comer y sus prolegómenos, sin padecer una crisis de micro literatura terminológica, difícil de digerir.

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