martes, 17 de marzo de 2009

SIN BLANCA


El sector del aceite de oliva pasa por un momento difícil. La crisis mundial ha repercutido en los mercados con una sustancial disminución del consumo. De acuerdo con los datos presentados por la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles (ANIERAC), se han recuperado las ventas del aceite de oliva suave e intenso respecto a la pasada campaña, mientras que han caído las de virgen extra y virgen. Por su parte, la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva (ASOLIVA) ha hecho públicos los datos que muestran una pérdida del doce por ciento en las exportaciones, entre los meses de noviembre y enero. Aunque la producción en esta campaña se estima similar a la anterior, las reservas existentes son superiores. Este incremento de las existencias, junto con el descenso de las exportaciones y una posible disminución de las ventas de aceite de mayor calidad en el mercado interior, condicionan unos precios que pueden continuar con su particular via crucis.

Entre tanto, persiste el debate sobre el efecto de las marcas blancas en el mercado, en especial las de aceite de oliva. En época de crisis es habitual que adquieran relevancia, ya que permiten obtener producto a menor precio. Por otro lado, la marca de fabricante fuerza a la producción a competir con mejora de calidades, marketing e innovación. Sin duda son las marcas que abanderan la imagen del sector y las que dan prestigio nacional e internacional al mismo. Pero no se deben olvidar los aspectos beneficiosos que tienen las marcas blancas, tanto para los productores como para los consumidores. Por un lado, garantizan la comercialización de importantes volúmenes de producción, que si no, en sobre todo en crisis, se quedarían en los lineales, en las propias almazaras e incluso en árbol. Por otro lado, la marca blanca permite a muchos consumidores mantener su hábito de consumo sin migrar a otros productos, como a los aceites de semilla. Además, facilitan la incorporación de consumidores con menor cultura olivarera, como es el caso de los inmigrantes. En regiones donde la mayoría de la producción es virgen extra, la competencia con marcas blancas es dura. No hay que olvidar que gran parte de los compradores compran por precio y por posición en el lineal, sin distinguir entre los diferentes tipos de aceite de oliva.

La coexistencia de ambos modelos comerciales es imprescindible. Otra cuestión es conseguir un equilibrio que permita mantener la diferenciación de producto de calidad y, a su vez, incrementar las ventas. La estabilidad dependerá de las circunstancias de cada momento y debería estar sujeta a un diálogo fluido, con acuerdos, entre los diferentes agentes.

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