viernes, 3 de abril de 2009

EL SECTOR HACE Y ESPINOSA DESHACE


La agricultura y la ganadería han sido un ejemplo reiterado cuando se ha hablado de contaminación. La aplicación de fitosanitarios, los purines, los gases de efecto invernadero (GEI), la deforestación, son solo algunos de los argumentos más utilizados en su contra. Si uno atiende a los datos que son periódicamente publicados por las organizaciones internacionales, la situación es alarmante. En este aspecto, un sancta sanctorum de las estadísticas agrarias mundiales es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Sus últimos datos sobre cómo las emisiones ganaderas contribuyen al efecto invernadero, muestran que un 18 por ciento de los GEI provienen de la ganadería. El Foro Interalimentario, asociación para la mejora de la formación e información de los consumidores y de la sociedad, ha presentado un informe que ratifica y mejora los datos de otros estudios recientes. En él se constata que en España, segundo productor europeo de carne, las explotaciones ganaderas junto con la industria paralela de piensos, emiten un 9 por ciento del total nacional de los GEI, por debajo de otros sectores como el transporte o el energético. Es decir, la mitad de la media mundial estimada por la FAO. Además, su incremento en el periodo 2001-2006 ha sido solo del 0,6 por ciento. Son datos que se han obtenido con en el escenario más negativo. ¿Esto quiere decir que los datos de la FAO son erróneos? En absoluto. Nos encontramos ante una situación bastante habitual en estadística, como es la extrapolación de datos a universos diferentes. La FAO maneja estadísticas sobre la agricultura mundial, que incluyen millones de hectáreas en producción y enormes sistemas de explotación ganadera no sujetas a los cada vez más estrictos controles ambientales de la Unión Europea (UE). Un efecto bastante pernicioso si no se maneja con cuidado. No se puede obviar que este sector contamina, como todos los sectores productivos. Pero hay que destacar que lo hace menos que la mayoría y con crecimiento controlado o a la baja, al menos en sociedades avanzadas como la española. Todo ello, sin olvidar una importante singularidad, como son los enormes retornos ambientales que genera.

También la pasada semana la Asociación Empresarial para la Protección de Plantas (AEPLA), hizo balance del consumo de fitosanitarios en 2008. En palabras de su presidente Pau Relat, un año decisivo para la industria fitosanitaria europea y española, entre otros aspectos, porque hay que trasponer la nueva Directiva de Uso Sostenible. Un sector imprescindible para la producción suficiente de alimentos cuyo éxito presente y futuro está condicionado a la buena gestión ambiental. Por ello se ha ratificado un nuevo código deontológico que obliga a reforzar las acciones a favor del el buen uso de estos productos, la protección de aguas y la lucha contra el tráfico ilegal de productos fitosanitarios.

Son solo algunos ejemplos de los innumerables esfuerzos, algunos voluntarios, otros preceptivos, que realiza el sector agrario, agroalimentario y agroindustrial para conseguir alimentos con los mínimos perjuicios para el medioambiente. Pero poco se va a valorar todo este trabajo si la máxima responsable del agro español, la Ministra de Medioambiente, Medio Rural y Marino, Elena Espinosa, se avergüenza públicamente del sector agrario. El pasado 20 de marzo, el diario 20 Minutos, publicaba una respuesta de Espinosa a un lector. Preguntaba, por qué se ha unificado en un mismo ministerio, a los que “contaminan de tantas maneras y los que tienen que velar por el medio ambiente”. La Ministra no aportó ni un dato de los que aparecen en este artículo, ni ningún otro de los múltiples que demuestran el importante compromiso ambiental del sector, su papel poco contaminante en comparación con otros ni, por supuesto, su necesidad estratégica. ¿Cuál fue su respuesta escrita, es decir, meditada? Solo dijo, que no es una marcha atrás, que muchas comunidades autónomas también lo hacen y que la UE lo ve positivo. Cualquiera que lo haya leído, de los cientos de miles de personas que leen este diario, habrán aplicado el viejo dicho de que quien calla otorga. Un flaco favor a todo un sector y a todo un equipo de profesionales que, desde el siguiente escalón, sí lo tienen claro.

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