viernes, 23 de enero de 2009

GUERRA DE MÁRGENES Y ANIMALES CON GPS


El Consejo de Ministros de Agricultura celebrado el pasado lunes abordó el tema de los precios en la cadena alimentaria, uno de los asuntos que más preocupan al escalón productor y al consumidor. Se presentó una hoja de ruta para mejorar su funcionamiento. En definitiva, se propone controlar los márgenes de los diferentes eslabones de la cadena alimentaria. El llamativo diferencial que existe entre el precio en origen y en destino en numerosos productos, es síntoma de un sistema quizás adulterado. En los últimos años el consumidor ha comenzado a ser sensible a este problema, pero no por solidaridad con los agricultores y ganaderos, sino porque el precio del producto en destino ha supuesto un encarecimiento que afecta a sus bolsillos. Comprensible, dadas las deficientes estrategias de comunicación del sector primario. Esta subida, unida a un sostenimiento de precios en origen e incluso a caídas en numerosos casos, ha sido el catalizador de esta preocupación social y, por tanto, política.

Pero no todo está claro. En primer lugar, el margen global de la cadena no es en sí mismo concluyente. Depende de los diferentes escalones que existen dentro de cada proceso de producción, transformación, almacenaje, distribución y comercialización. En segundo lugar, un alto margen de beneficios en un mercado libre, sin monopolios ni oligopolios, no es punible, ya que el propio mercado debería regularlo. Dicho esto, sí es cierto que en determinados casos se pueden producir pactos especulativos no escritos cuyo efecto es el encarecimiento de los alimentos. Es en estos acuerdos que conculcan las leyes de la competencia, sobre los que se debe investigar y sancionar. En este sentido, un análisis en profundidad que ayude a detectar estas anomalías económicas y, en consecuencia, destapar estas prácticas, puede ser un buen instrumento que beneficiará a productores y consumidores. En cualquier caso, una herramienta que, de una vez por todas, debe aclarar, en un sentido u otro el funcionamiento del precio agrario y alimentario.

Otros asuntos preocupan en Bruselas. Por ejemplo, el bienestar animal. Son numerosas las normas que obligan a ganaderos, transportistas y salas de sacrificio a velar por la calidad de vida y muerte de los animales con destino alimentario y no alimentario. Obligaciones que, por cierto, incrementan, en muchos casos de forma innecesaria, el precio de las carnes. Ahora este exceso de celo ha llevado a retomar el seguimiento del movimiento de cada animal mediante un sistema de posición georeferenciado, un GPS. En sí mismo no es una nueva norma de bienestar, sino una medida de control del cumplimiento de las que ya existen. Lo único que habrá que considerar si prospera esta idea es, quién lo paga.

1 comentario:

celebrador dijo...

Bruselas pasa "olímicamente" del efecto inflacconista en los costes de comercialzación generado, precisamente, por sus propias normativas

Como aquel que producía cosméticos pero tenía claro que lo que vendía era un universo de imágenes fantasiosas para secretarias neoyorquinas (Revlon); estos, vendiendo seguridad alimentaria, están produciendo en realidad sobrecostes que al tiempo que combaten falsos "peligros-gamusinoides", les dan función a si mismos (mecanismo edogámico)en los burocratizados edificios comunitarios