martes, 29 de enero de 2008

"BIO" A TODA MÁQUINA


En estas últimas semanas lo “bío” ha vuelto a tomar protagonismo. Me refiero a la biotecnología y los biocarburantes. Dos estrategias de futuro, comunes en dos espacios económicos con muchas similitudes, como son el europeo y el estadounidense. Sin embargo, sus diferentes realidades políticas condicionan velocidades de implantación diferentes. Estados Unidos encabeza la carrera, con muchos cuerpos de ventaja. En consecuencia, Bruselas ha tenido que anunciar un endurecimiento de los requisitos para la comercialización de biocarburantes en la Unión Europea. Se trata de condicionantes de carácter ambiental, vinculados a la preservación de la biodiversidad y de las tierras sumidero de carbono. En el fondo, late la defensa de las producciones propias frente a grandes productores como Estados Unidos o Brasil, con rendimientos mucho mayores que los europeos. Los fuertes subsidios percibidos por el biodiesel estadounidense están generando importantes trastornos a las plantas productoras europeas, en particular a las veintidós ubicadas en España. Ayer miércoles la Comisión presentó una propuesta de reparto entre los veintisiete estados miembros, para reducir el efecto invernadero. La finalidad es disminuir en 2020 un veinte por ciento las emisiones de gases contaminantes. Por otro lado, se discutirá la directiva que va a permitir alcanzar en esta misma fecha el veinte por ciento de uso de biocombustibles y el diez por ciento de biocarburantes.

En el caso de la biotecnología, tampoco van parejos. La normativa de Estados Unidos para el desarrollo y comercialización de organismos genéticamente modificados (OGMs) es mucho más liberal que la europea. En general es una situación que genera importantes problemas comerciales a la Unión Europea. Ha impedido la resolución de problemas técnico-económicos y ambientales de nuestra producción agraria, ya resueltos en otros espacios económicos. Bastante más complejo, al menos desde un punto de vista sociocultural, es la implantación de los alimentos obtenidos a partir de animales clonados. En esto, parece que se han puesto de acuerdo las dos entidades responsables de la seguridad alimentaria y han dado un pequeño impulso a este futuro mercado. La Agencia Alimentaria Americana ha dado el visto bueno a su comercialización, aunque ha pedido a los propios operadores que mantengan una moratoria de facto, no preceptiva. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha llegado a una conclusión similar a la de su homóloga de ultramar. Estos es, que los alimentos que se obtengan de animales clonados afectan a la salud humana en la misma medida que los convencionales. El objetivo de la Unión Europea es simplificar los procedimientos de autorización para que no suceda lo mismo que con los vilipendiados OGMs. El Comité de Bioética Europeo no se ha opuesto de forma radical, pero ha puesto en duda la justificación ética de este nuevo comercio. De forma similar a lo sucedido con los transgénicos, faltan argumentos técnicos para su freno, pero existe un confuso trasfondo político. Hay que recordar que muchos vegetales se clonan de forma natural. El hombre lleva siglos haciendo lo propio, incluso con plantas que no se reproducen por clonación. Cierto es que se trata de algo mucho más sencillo que la clonación de animales. Pero, ¿Dónde se pone el límite bioético?. ¿En el hecho de clonar seres vivos?, ¿en las similitudes con la especie humana de los seres clonados?, ¿en la propia clonación humana?. ¿Es la propia clonación el problema o lo es su finalidad? Son muchas preguntas sin respuesta, o con respuestas subjetivas y personales. Preguntas aparentemente alejadas del análisis agrario y agroindustrial, pero cuya respuesta va a condicionar el futuro del agro. En cualquier caso, los detractores pueden estar tranquilos. Hoy por hoy y a medio plazo, el proceso no es rentable.

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