martes, 4 de noviembre de 2008

ORGANISMOS POLITICAMENTE MODIFICADOS


Los frenos que se ponen al sector productor, comercializador y consumidor de semillas transgénicas, a veces rozan el surrealismo de la tecnocracia política. Ahora llama la atención el esfuerzo que está haciendo Francia para poner más trabas a los ya de por sí bastante zancadilleados organismos genéticamente modificados (OGMs). No sería demasiado importante lo que sucede en el país vecino, si no fuera porque ejercen la presidencia de la UE y quieren que Bruselas apruebe un singular documento sobre OGMs antes de final de año. Empieza dicho informe alarmando sobre las interacciones de estas plantas con los ecosistemas, y sus imprevisibles consecuencias. Es preocupante que Francia ponga sobre la mesa esta imprevisión tras casi quince años de cultivos transgénicos por todo el mundo. ¿Está poniendo sobre la mesa la incompetencia de las entidades especializadas de la UE para analizar de forma empírica el pasado, el presente y velar por nuestro bienestar en el futuro? Por supuesto que no. Es más bien un argumento de fundamento político que responde al intento de suavizar las presiones de determinados grupos ecologistas franceses. Para muestra un botón. El pasado mes de febrero Francia prohibió la siembra de maíz transgénico en base al principio de salvaguardia y precaución. Ahora la Agencia Europea de Seguridad de los Alimentos (AESA) ha emitido un informe en el que afirman que ninguno de los argumentos aducidos tiene justificación técnica o científica, algo que, por otro lado, era bien conocido.


Pero en este informe no preocupa solo la introducción. Se demanda un refuerzo de la evaluación científica sobre sus efectos en el medioambiente y la necesidad de definir criterios socioeconómicos y agronómicos antes de las autorizaciones. Vuelta a lo mismo. Todo eso estaba muy bien hace quince años, pero ya se ha superado. La UE dispone del sistema más exhaustivo de todo el mundo para el control y autorización de semillas transgénicas. De hecho, en la UE solo se cultiva un exiguo 0,08 por ciento de la producción mundial. Por eso, estas peticiones francesas suenan a broma, si no fuera por el perjuicio que generan a muchas economías agrarias europeas, que no pueden competir en igualdad de condiciones con otros modelos productivos de Estados terceros.

También es peligroso el nuevo espacio que quieren abrir a la protección de territorios. Hasta la fecha, más de 170 regiones europeas y muchas más entidades locales se han declarado libres de transgénicos. Es decir, un brindis al sol, ya que no implica ninguna prohibición, sino una declaración de algo obvio, que se ya se da sin proponérselo. Normal, el único cultivo autorizado es una variedad de maíz modificada contra una plaga que solo ataca en determinadas zonas. Son decisiones políticas que permiten quedar muy bien con todos los detractores, sin que haya ningún perjuicio económico para nadie. Ahora bien, la prohibición territorial sería una vía abierta cuyo límite no queda claro, por tanto, susceptible de uso político. Si un cultivo está autorizado en la UE, ¿se puede llegar a prohibir en un territorio? No, si desde un punto de vista científico se ha demostrado que no tiene efectos negativos para el medio natural. Si lo tuviera, sería del propio cultivo, por lo que debería prohibirse el cultivo en su totalidad, transgénico o no.

Entre tanto, tal como recoge Agroeuropa, la Secretaria General de Medio Rural, Alicia Villauriz, ha resaltado el nuevo valor estratégico de la agricultura y la alimentación. También incide, igual que ha hecho Sarkozy en innumerables ocasiones, en el fortalecimiento de la idea de autoabastecimiento y seguridad alimentaria. Pero para hacer acción de estos principios hay que tomar decisiones que no dejan indiferentes. Salvando las diferencias, el tratamiento que se da en Bruselas, a los cultivos modificados genéticamente, a los fitosanitarios y a las normas de bienestar animal, responden a un posicionamiento político que poco tiene que ver con criterios técnicos y ambientales objetivos, y que van en contra de esta tan cacareada posición hispano francesa. Otro ejemplo nacional es el freno puesto al agua por el gobierno español, que afecta a la mayor despensa hortofrutícola europea, ubicada en la costa levantina y murciana. Porque hay parecer la mujer del Cesar, pero primero hay que serlo.

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