El pasado viernes el Consejo de Ministros autorizó una ayuda de un millón de euros para paliar los daños de las inundaciones del pasado julio en el norte de España. Cubren los daños que nos están bajo el paraguas del sistema de seguros agrarios español y se debe cumplir la condición de que el beneficiario de estas ayudas extraordinarias tenga cubierta su campaña por el seguro agrario.
De esta acción del gobierno, que por cierto no es novedosa ya que se produce casi siempre que hay grandes pérdidas por climatología extrema, de esta acción se extraen dos conclusiones principales. En primer lugar que si no fuera por el sistema de seguros agrarios español, uno de los más modernos y eficientes que hay en el agro mundial, los costes para las arcas públicas de este tipo de desastres serían tremendos. Mucho más altos sin duda que el propio coste de la política de seguros, que hay que recordar cubre con fondos nacionales y regionales la mitad de la póliza. En segundo lugar y como siempre recordamos, la importancia de asegurar las cosechas y las producciones.
A pesar de que no es un sistema perfecto y tenga aspectos que pulir y corregir, es sin duda el menos imperfecto. El no asegurarse no implica solo perder parte de la cosecha por motivos más o menos habituales, sino también no poder percibir estas compensaciones cuando el daño es extremo. Es cierto que la situación de las explotaciones es difícil y hay que ahorrar costes, pero quizás el coste de la póliza agraria, no es el que se deba eliminar.
De esta acción del gobierno, que por cierto no es novedosa ya que se produce casi siempre que hay grandes pérdidas por climatología extrema, de esta acción se extraen dos conclusiones principales. En primer lugar que si no fuera por el sistema de seguros agrarios español, uno de los más modernos y eficientes que hay en el agro mundial, los costes para las arcas públicas de este tipo de desastres serían tremendos. Mucho más altos sin duda que el propio coste de la política de seguros, que hay que recordar cubre con fondos nacionales y regionales la mitad de la póliza. En segundo lugar y como siempre recordamos, la importancia de asegurar las cosechas y las producciones.
A pesar de que no es un sistema perfecto y tenga aspectos que pulir y corregir, es sin duda el menos imperfecto. El no asegurarse no implica solo perder parte de la cosecha por motivos más o menos habituales, sino también no poder percibir estas compensaciones cuando el daño es extremo. Es cierto que la situación de las explotaciones es difícil y hay que ahorrar costes, pero quizás el coste de la póliza agraria, no es el que se deba eliminar.